BAILANDO CON EL DIABLO de SHERRILYN KENYON
Empezaré por advertir que mi opinión va a ser absolutamente positiva. Sherrilyn Kenyon y sus Cazadores Oscuros son una maravillosa debilidad para mí.
Ésta es la historia del Cazador Oscuro Zarek. Antes de leer su historia había leído unas pocas de otros Cazadores en las que había aparecido de refilón, y cogí con inmensas ganas el libro, pues me intrigaba muchísimo. ¿Cómo un hombre como Zarek, brusco, hostil, iracundo y lleno de odio y desprecio hacia todo el mundo, iba a ser en el amor? La verdad es un personaje difícil con el que tratar, pero Sherrilyn ha sabido escogerle la historia perfecta para él. ¡Ah, maravillosa Sherrilyn!
En éste libro descubrimos que Zarek tiene justificado el gran odio que siente hacia todo el mundo. Es un hombre que no ha conocido la ternura, la compasión, el cariño, el calor de un abrazo. Las palabras “amistad”, “confianza” y “amor” le son extrañas, ajenas, incomprensibles, desconocidas. Su vida ha estado regida por la crueldad, el sufrimiento, el desprecio, la injusticia y el dolor siendo esclavo griego de su propia familia. Engendrado por una violación de su padre, violento senador romano, a su madre, una vulgar esclava, Zarek es menospreciado y rechazado tanto por el uno como por el otro. Su madre se deshace de él sin miramientos, y su padre lo acoge en su hogar, pero como chivo expiatorio de sus hijos legítimos.
Astrid por el contrario, es una ninfa que vive en el Olimpo, sobreprotegida por su madre y sus tres hermanas mayores: las Moiras. Su mundo siempre ha sido tranquilo, acogedor, hermoso, y lleno de ternura y paz. Sus hermanas le profesan todo su cariño al ser la hermana pequeña, y su madre igual. Es una ninfa de la justicia, y su trabajo consiste en juzgar a los Cazadores Oscuros. Su decisión es equivalente a la vida o la muerte.
Así es como ambos personajes tan diferentes y con tan poco en común, terminan relacionándose. Zarek , tras dos actos de descontrol y violencia que son decisivos para su condenación, es sometido a un juicio que determinará si es merecedor de la vida o de la muerte. Él no sabrá que está siendo juzgado durante las dos semanas en las que Astrid tendrá que ser capaz de ver algo en él que merezca perdonarle la muerte. Y tendrá que tener determinación, paciencia y fe para ello. Tendrá que ser capaz de ver tras las capas y capas de odio, resentimiento y desprecio que cubren el corazón de Zarek para encontrar algo que merezca ser salvado en él. Tendrá que ver con el corazón: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
En la historia se menciona al libro de “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry, que curiosamente es el libro favorito de ambos personajes. Astrid, al ser jueza y al verse en la obligación de ser imparcial y tener mano dura; al tener que ser objetiva sin dejar que los sentimientos se involucren, siente que se está volviendo, fría, insensible, de piedra. Y eso le preocupa y no le gusta. Así que el libro le sirve para consolarse, para encontrar en él un poco de sensibilidad, de bondad, de amor. Para Zarek, sin embargo, significan sueños, significa esperanza. La esperanza de aprender a reír algún día.
Así, ambos personajes se complementan, encontrando el uno en el otro lo que tan vehementemente anhelan. Astrid consigue sentir con Zarek tan fuerte como nunca había sentido por nadie. Por primera vez en su vida, es capaz de sentir dolor, sufrimiento, compasión, indignación y tristeza con una intensidad como nunca. Y por ello siente deseos de abrazarlo y consolarlo, de enseñarle que hay muchísimas cosas maravillosas en la vida fuera de lo que él conoce.
Zarek descubre en Astrid un mundo desconocido y cálido para él. Un mundo del que jamás querrá verse obligado a marchar.
La historia es hermosa y tierna, con trazos de violencia y sufrimiento, pero absolutamente perfecta. Como en todos sus libros, está dotado de buenas dosis de humor y sarcasmo. Y como todos sus libros, invita a soñar. Soñar, soñar y soñar.
Un libro de 10, sin duda.
CITAS:
[X] Una vez más, iba a morir por nada.
[X] Él mejor que nadie comprendía qué era sentirse solo, sobrevivir únicamente por instinto rodeado de enemigos.
[X] Ese día necesitaba encontrar algo bueno. Algo que le recordara que había belleza en el mundo. Inocencia. Alegría. Felicidad.
Pero, sobre todo, quería encontrar esperanza.
[X] No le gustaba que la gente se apegara demasiado a él y las mujeres tenían la fea costumbre de interpretar el sexo como algo significativo. Para él no lo era. El sexo era sexo. Un instinto básico y animal. Algo que el cuerpo necesitaba tal y como necesitaba la comida. Sin embargo, un hombre no tenía que prometerle a un filete que volvería a llamarlo antes de comérselo.
[X] —¿Qué eres?
—Ya te lo he dicho. Soy la Muerte, y nadie escapa o vence a la Muerte.
Mierda. Estaba bien jodido.
Aunque ni mucho menos derrotado. Tal vez la Muerte se lo llevara, pero iba a pasarlas canutas para lograrlo.
—Me apuesto lo que quieras a que la mayoría de los humanos se caga en los pantalones cuando dices eso. Pero ¿sabes una cosa don Quiero-ser-aterrador-pero-ni-de-coña-lo-consigo? Yo no soy humano. Soy un Cazador Oscuro y, en el gran esquema de las cosas, tú eres una puta mierda.
[X] Ninguna persona en su sano juicio saldría esa noche.
Así pues, era una suerte que él estuviera loco.
[X] El lobo se acercó a él y comenzó a olisquearle la pierna. Tras alzar la vista como si hubiera acabado de ofenderlo, comenzó a gruñir.
—Cállate, Pluto —masculló Zarek—. No pienso aguantar una crítica sobre mi higiene personal de alguien que se lame las pelotas.
[X] —No dejes que te llegue al alma, ninfa. Tiene tanta oscuridad dentro que podría aniquilar por completo la bondad que posees.
[X] A medida que se aproximaba iba escuchando las maldiciones que la gente le lanzaba. Veía sus sombras alejándose de él. Le daba igual. Sabía que su aspecto era repulsivo. Así se lo habían dicho desde el día en que nació. De haber tenido la oportunidad, él mismo se habría alejado. Pero estaba atrapado en ese cuerpo desfigurado e inútil. Lo único que deseaba era ser sordo además de ciego. Así no tendría que escuchar los horribles insultos.
[X] —Solo quiero calor —susurró—. Dejadme sentir calor por una vez. ¿Es que no hay ninguna estrella capaz de compartir su fuego conmigo?
[X] —He encontrado mi estrella. Es la belleza y el encanto. La elegancia y la bondad. Mi alegría en invierno. Es valiente y fuerte. Audaz y seductora. Muy distinta a todas las demás del universo, pero no puedo tocarla. Ni siquiera me atrevo a intentarlo.
[X] Astrid deseaba aliviar su sufrimiento. Quería tenderle la mano y mostrarle un mundo donde no tuviera que quedarse fuera.
[X] —¿Vas a morderme, Zarek? —preguntó ella, y su garganta tembló bajo sus labios.
Deslizó la lengua sobre la vena que palpitaba en su cuello.
—¿Quieres que lo haga?
—No. Me da miedo. No quiero ser para ti como las demás mujeres.
—Princesa, jamás podrías serlo. Eses única para mí.
—¿Soy tu rosa?
Zarek soltó una breve carcajada mientras recordaba la lección de El principito.
—Sí, eres mi rosa. No hay otra como tú entre los millones de planetas y estrellas.
[X] Cuando estás acostumbrado a no tener nada, no esperas otra cosa.
[X] —¿Adónde vamos? —le preguntó.
—Directos a la puta mierda.
—Vale —replicó Astrid con un tono tan sarcástico como el suyo—, espero que tengas un mapa, porque nunca he estado allí.
—Confía en mí, lo conozco como la palma de mi mano. He vivido allí casi toda la vida.
[X] —Tarde o temprano, todos nos vemos obligados a hacer cosas que están por debajo de nosotros. No lo olvides, Artemisa.
[X] Volvió a mirar a Astrid. Ella era su fuerza.
Y su debilidad.
[X] —Es mejor así, Astrid. Si muero, él no tendrá razón alguna para hacerte daño.
[X] El rostro de Tánatos perdió el color.
—Sí, deberías asustarte. —Volvió a golpearlo—. Es una putada no ser la criatura más mala del lugar, ¿verdad?
[X] A veces las estrellas caen del cielo.
Era cierto. Algunas veces caían y se convertían en cosas normales, como el resto de la mierda del planeta.
Su estrella era única.
Jamás permitiría que fuera como cualquier otra. Jamás permitiría que se convirtiera en algo común y corriente.
No, su lugar estaba en el cielo.
Nunca con él.
—Que tengas una hermosa vida, princesa.
[X] Todo era igual que antes de que ella llegara.
Y sin embargo nada volvería a ser lo mismo.
[X] —¡Te odio!
Ash rió con amargura al escucharla.
—Por favor, no me des esperanzas… Casi se me pone dura al pensarlo. Al menos, dime que esta vez tu odio durará más de cinco minutos.
[X] —Es un hombre, hermanita —intervino Laqui—. Si sus labios se mueven, está mintiendo.
[X] —Ven conmigo, Astrid.
—¿Por qué debería hacerlo?
La mirada de Zarek la abrasó.
—Porque te amo, e incluso si estuviera tumbado sobre el mismo sol, me congelaría si no estuvieras conmigo. Necesito mi estrella para poder escuchar las risas.
[X] —¿Qué pasa, Zarek? ¿Tienes miedo de morir?
—Morir es fácil. Lo difícil es vivir.
Lady.Rocker